¡Saludos Oradores!
Era ya la tarde del segundo día desde que mandé la misiva a Keldar. Las horas tras la batalla de Las Charcas del Olvido habían sido placenteras y habían devuelto la paz a una región que pocas veces ha podido degustarla. Los informes de inteligencia revelaban que los centauros de la zona habían sido apaciguados, lo que confirmaba que no existía presencia de la corrupción demoníaca en el agua. De todos modos, Bancuro mantuvo una pequeña avanzadilla en una colina cercana para prevenir cualquier movimiento sospechoso, ya que nunca estaba de más ser precavidos.
El Sol comenzaba a fundirse con la montañas mientras el polvo y la calidez de la tierra de la savana de Los Baldíos daban una visión enturbiada a la par que sensual de su estertor. Fue en estos instantes cuando el maestro de vuelo avisó de la llegada desde el este de un dracoleón. El dracoleón volaba con una velocidad endiablada contra los rayos del Sol sin parecer dudar lo más mínimo ante su capacidad cegadora. A sus lomos ya se atisbaba la figura conocida de un brujo no-muerto con espaldares espinosos y adornados de calaveras. Nada más descender Keldar se dirigió sin vacilar hacia la taberna para acudir a mi encuentro y el de Bancuro, mientras una prole de aldeanos y niños observaban con una mezcla de respeto y suspicacia al recién llegado, algo que de algún modo llegaba a molestar al brujo, aunque supo mantener la compostura.
Antes de que entrara a la taberna, Bancuro y yo habíamos intuido el aterrizaje de Keldar por el repentino murmullo que se había formado, algo que sin duda respondía a la presencia de un extranjero. Nada más entrar, Keldar realizó una muy cortés reverencia hacia nosotros. Me puse en pie para recibirle y le devolví la deferencia como buenamente supe, aunque era difícil estar a la altura del cortés brujo en estas lides. Tras las pertinentes presentaciones nos pusimos manos a la obra a debatir el asunto que había obligado a mi amigo brujo a recorrer medio mundo.
- Bien caballeros, ¿dónde está la tan parlamentada muestra que me ha traído ante vos? -dijo Keldar para introducir el tema-.
-Aquí la tienes, brujo -prosiguió Bancuro-. Fue extraída de un herida reciente de un centauro contra el que nos enfrentamos en Las Charcas del Olvido.
- Veamos pues qué nos puede revelar de su orgien esta sangre -concluyó Keldar-.
Inmediatamente, Keldar comenzó a extraer con su mano como una especie de esencia desde la sangre. Unos hilos mágicos brillantes de color rosado comenzaron a conectar al brujo con la sangre. Finalmente, el brillo de la sangre se extinguió a la vez que en la mano de Keldar se sintetizaba una pequeña piedra rojiza y brillante, que emanaba un leve aunque palpable poder impío.
- ¿Qué es lo que has hecho con la sangre, Keldar? -pregunté con gran intriga-.
- Lo que he hecho, amigo orco, es extraer la esencia del alma demoníaca que estaba encerrada en esas muestras de sangre -explicó Keldar-. Gracias a que habéis podido conservar con garantías esta muestra, he podido sintetizar ese poder en esta piedra y, a partir de aquí, podré intentar escudriñar qué poder demoníaco se da presencia ante nos.
Keldar comenzó a examinar con detalle la gema que había condensado. Tras unos minutos de incertidumbre finalmente se dispuso a exponer sus hallazgos.
- La esencia que he extraido corresponde, sin duda alguna, a la de un señor del foso -comunicó Keldar sin el menos atisbo de duda-.
- ¡Pero es totalmente imposible! Mannoroth fue derrotado -sentencié a la vez que golpeé con fuerza la mesa ante la reprobadora mirada de Oniris, la tabernera-.
- Contrólate un poco, pequeño orco -se apresuró a decirme Bancuro-. Nadie ha dicho que sea Mannoroth el señor del foso.
- Efectivamente, caballero tauren -prosiguió Keldar con sus deducciones-, pese a que sea la sangre de un señor del foso no creo probable que esta se corresponda con la de Mannoroth, aunque la calidad de la muestra no me permite conocer con exactitud a qué criatura pertenece.
- Entonces, ¿volvemos a encontrarnos ante un atolladero? -comentó Bancuro-.
- No del todo -dijo con tono esperanzador mi amigo brujo-. Quizá pueda corroborar que no se corresponde esta sangre con la de Mannoroth si examino a algunas de las criaturas demoníacas de su nicho en Vallefresno.
- Pues no esperemos más y partamos de inmediato hacia Vallefresno -exigí a mis compañeros de mesa-.
- ¡Quieto ahí parado, Senkyoshi! -se apresuró bancuro a cortar mi ímpetu-, con tu capacidad de lucha actual serías un estorbo para Keldar más que una ayuda. Así que creo yo que sería mejor que dejases este asunto en mis manos y las de Keldar y procurases buscar algún otro modo de ayudar a la Horda.
- Pero no puedo quedarme quieto mientras sé que la amenaza demoníaca está tan cerca de mi gente -quise rebatir a Bancuro, aunque en el fondo no le faltaba razon-.
- Eres tozudo, chico -dijo Bancuro como ya saberdor de que iba a replicarle-. En fin... creo que algún potencial tienes para comunicarte con los elementos. Quizá te podría llevar a Mulgore para entrenarte como chamán de la Horda. De ese modo ya no serías una molestia.
- ¿¡ Un chamán!? -dije con una mezcla de extrañeza y rabia-. No empieces de nuevo a decir tonterías. Iré a Vallefresno. No puedes ponerme impedimentos estúpidos.
- Modera tu tono, Senkyoshi -dijo con cierta molestia-. No olvides que soy un Campeón de la Horda y que te estoy haciendo un favor y una gran oferta.
- Vamos, vamos caballeros -cortó la cada vez más acalorada discusión Keldar-, tomémonos esto con la calma que merece. Senkyoshi, debéis ver la sabiduría en las palabras del tauren. Es importante conocer nustros límites para poder superarlos. Si de verdad queréis ayudar a la Horda, reuníos conmigo en Vallefresno cuando estéis preparados para luchar con la Legión Ardiente, pero antes aceptad el buen ofrecimiento de Bancuro.
- De acuerdo -dije más calmado-. Me he dejado llevar por mis emociones, no debería haberme comportado así. Ruego que me disculpéis.
- Entonces, nuestros cominos están determinados -resumió Bancuro-, mañana al alba partiremos Senkyoshi y yo hacia Mulgore mientras Keldar comienza a investigar en Vallefresno. En cuanto Senkyoshi esté preparado, acudiremos en tu ayuda -y añadió mientras alzaba su jarra de cerveza-, ¡salud!
- ¡Salud camarada! -añadió Keldar-.
- ¡Salud! -dije para no quedarme atrás-.
Tras una reconfortante última noche en El Cruce partimos sin demora cada uno a nuestros destinos. Aunque algo reacio, bancuro se ofreció a llevarme en su kodo de guerra, quizá por desconfianza de que fuera capaz de llevar las riendas de mi propio corcel. Me despedí amablemente de Oniris y monté con Bancuro que con un potente golpe de espuela puso en marcha al kodo que, pese a parecer un animal torpón, lograba alcanzar una considerable velocidad por las extensas llanuras de la savana de Los Baldíos.
Keldar, tras hacer acopio de víveres, se puso rumbo hacia el norte, hacia Vallefresno. Me sorprendió enormemente ver que contaba con su propio caballo pues había llegado por el aire, pero al parecer su poder era tal que tenía subyugado un corcel demoníaco que usó para emprender su travesía por la savana tras concluir un ritual de invocación que tuvo la precaución de realizar sin público para no levantar la desconfianza de la población local. Así pues, con el objetivo de descubrir qué señor del foso estaba detrás de todo este asunto, partimos todos raudos a prepararnos para los que estaba por llegar.
(continuará...)
Era ya la tarde del segundo día desde que mandé la misiva a Keldar. Las horas tras la batalla de Las Charcas del Olvido habían sido placenteras y habían devuelto la paz a una región que pocas veces ha podido degustarla. Los informes de inteligencia revelaban que los centauros de la zona habían sido apaciguados, lo que confirmaba que no existía presencia de la corrupción demoníaca en el agua. De todos modos, Bancuro mantuvo una pequeña avanzadilla en una colina cercana para prevenir cualquier movimiento sospechoso, ya que nunca estaba de más ser precavidos.
El Sol comenzaba a fundirse con la montañas mientras el polvo y la calidez de la tierra de la savana de Los Baldíos daban una visión enturbiada a la par que sensual de su estertor. Fue en estos instantes cuando el maestro de vuelo avisó de la llegada desde el este de un dracoleón. El dracoleón volaba con una velocidad endiablada contra los rayos del Sol sin parecer dudar lo más mínimo ante su capacidad cegadora. A sus lomos ya se atisbaba la figura conocida de un brujo no-muerto con espaldares espinosos y adornados de calaveras. Nada más descender Keldar se dirigió sin vacilar hacia la taberna para acudir a mi encuentro y el de Bancuro, mientras una prole de aldeanos y niños observaban con una mezcla de respeto y suspicacia al recién llegado, algo que de algún modo llegaba a molestar al brujo, aunque supo mantener la compostura.
Antes de que entrara a la taberna, Bancuro y yo habíamos intuido el aterrizaje de Keldar por el repentino murmullo que se había formado, algo que sin duda respondía a la presencia de un extranjero. Nada más entrar, Keldar realizó una muy cortés reverencia hacia nosotros. Me puse en pie para recibirle y le devolví la deferencia como buenamente supe, aunque era difícil estar a la altura del cortés brujo en estas lides. Tras las pertinentes presentaciones nos pusimos manos a la obra a debatir el asunto que había obligado a mi amigo brujo a recorrer medio mundo.
- Bien caballeros, ¿dónde está la tan parlamentada muestra que me ha traído ante vos? -dijo Keldar para introducir el tema-.
-Aquí la tienes, brujo -prosiguió Bancuro-. Fue extraída de un herida reciente de un centauro contra el que nos enfrentamos en Las Charcas del Olvido.
- Veamos pues qué nos puede revelar de su orgien esta sangre -concluyó Keldar-.
Inmediatamente, Keldar comenzó a extraer con su mano como una especie de esencia desde la sangre. Unos hilos mágicos brillantes de color rosado comenzaron a conectar al brujo con la sangre. Finalmente, el brillo de la sangre se extinguió a la vez que en la mano de Keldar se sintetizaba una pequeña piedra rojiza y brillante, que emanaba un leve aunque palpable poder impío.
- ¿Qué es lo que has hecho con la sangre, Keldar? -pregunté con gran intriga-.
- Lo que he hecho, amigo orco, es extraer la esencia del alma demoníaca que estaba encerrada en esas muestras de sangre -explicó Keldar-. Gracias a que habéis podido conservar con garantías esta muestra, he podido sintetizar ese poder en esta piedra y, a partir de aquí, podré intentar escudriñar qué poder demoníaco se da presencia ante nos.
Keldar comenzó a examinar con detalle la gema que había condensado. Tras unos minutos de incertidumbre finalmente se dispuso a exponer sus hallazgos.
- La esencia que he extraido corresponde, sin duda alguna, a la de un señor del foso -comunicó Keldar sin el menos atisbo de duda-.
- ¡Pero es totalmente imposible! Mannoroth fue derrotado -sentencié a la vez que golpeé con fuerza la mesa ante la reprobadora mirada de Oniris, la tabernera-.
- Contrólate un poco, pequeño orco -se apresuró a decirme Bancuro-. Nadie ha dicho que sea Mannoroth el señor del foso.
- Efectivamente, caballero tauren -prosiguió Keldar con sus deducciones-, pese a que sea la sangre de un señor del foso no creo probable que esta se corresponda con la de Mannoroth, aunque la calidad de la muestra no me permite conocer con exactitud a qué criatura pertenece.
- Entonces, ¿volvemos a encontrarnos ante un atolladero? -comentó Bancuro-.
- No del todo -dijo con tono esperanzador mi amigo brujo-. Quizá pueda corroborar que no se corresponde esta sangre con la de Mannoroth si examino a algunas de las criaturas demoníacas de su nicho en Vallefresno.
- Pues no esperemos más y partamos de inmediato hacia Vallefresno -exigí a mis compañeros de mesa-.
- ¡Quieto ahí parado, Senkyoshi! -se apresuró bancuro a cortar mi ímpetu-, con tu capacidad de lucha actual serías un estorbo para Keldar más que una ayuda. Así que creo yo que sería mejor que dejases este asunto en mis manos y las de Keldar y procurases buscar algún otro modo de ayudar a la Horda.
- Pero no puedo quedarme quieto mientras sé que la amenaza demoníaca está tan cerca de mi gente -quise rebatir a Bancuro, aunque en el fondo no le faltaba razon-.
- Eres tozudo, chico -dijo Bancuro como ya saberdor de que iba a replicarle-. En fin... creo que algún potencial tienes para comunicarte con los elementos. Quizá te podría llevar a Mulgore para entrenarte como chamán de la Horda. De ese modo ya no serías una molestia.
- ¿¡ Un chamán!? -dije con una mezcla de extrañeza y rabia-. No empieces de nuevo a decir tonterías. Iré a Vallefresno. No puedes ponerme impedimentos estúpidos.
- Modera tu tono, Senkyoshi -dijo con cierta molestia-. No olvides que soy un Campeón de la Horda y que te estoy haciendo un favor y una gran oferta.
- Vamos, vamos caballeros -cortó la cada vez más acalorada discusión Keldar-, tomémonos esto con la calma que merece. Senkyoshi, debéis ver la sabiduría en las palabras del tauren. Es importante conocer nustros límites para poder superarlos. Si de verdad queréis ayudar a la Horda, reuníos conmigo en Vallefresno cuando estéis preparados para luchar con la Legión Ardiente, pero antes aceptad el buen ofrecimiento de Bancuro.
- De acuerdo -dije más calmado-. Me he dejado llevar por mis emociones, no debería haberme comportado así. Ruego que me disculpéis.
- Entonces, nuestros cominos están determinados -resumió Bancuro-, mañana al alba partiremos Senkyoshi y yo hacia Mulgore mientras Keldar comienza a investigar en Vallefresno. En cuanto Senkyoshi esté preparado, acudiremos en tu ayuda -y añadió mientras alzaba su jarra de cerveza-, ¡salud!
- ¡Salud camarada! -añadió Keldar-.
- ¡Salud! -dije para no quedarme atrás-.
Tras una reconfortante última noche en El Cruce partimos sin demora cada uno a nuestros destinos. Aunque algo reacio, bancuro se ofreció a llevarme en su kodo de guerra, quizá por desconfianza de que fuera capaz de llevar las riendas de mi propio corcel. Me despedí amablemente de Oniris y monté con Bancuro que con un potente golpe de espuela puso en marcha al kodo que, pese a parecer un animal torpón, lograba alcanzar una considerable velocidad por las extensas llanuras de la savana de Los Baldíos.
Keldar, tras hacer acopio de víveres, se puso rumbo hacia el norte, hacia Vallefresno. Me sorprendió enormemente ver que contaba con su propio caballo pues había llegado por el aire, pero al parecer su poder era tal que tenía subyugado un corcel demoníaco que usó para emprender su travesía por la savana tras concluir un ritual de invocación que tuvo la precaución de realizar sin público para no levantar la desconfianza de la población local. Así pues, con el objetivo de descubrir qué señor del foso estaba detrás de todo este asunto, partimos todos raudos a prepararnos para los que estaba por llegar.
(continuará...)
[La BSO de las Sombras ha sido actualizada]